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Observatorio Global sobre Convivencia

Políticas

El liberalismo ante el fracaso de la política

Kevin Rudd. Ex Presidente de Australia

Vivimos en una época compleja. Aunque, al estar inmersos en ella es difícil hacer un análisis preciso, sería una tontería no aceptar, al menos, que se están produciendo cambios importantísimos en el mundo y que afectan al orden de la posguerra a nivel internacional. Nos enfrentamos a desafíos profundos, a cambios sistémicos e incluso a mega-cambios.

El reto no es, solo, dar coherencia analítica a estos cambios, sino también actuar. Políticos, empresarios, líderes de la sociedad civil, académicos… están intentando hacer frente a la intensidad, a la densidad y a la complejidad de los cambios múltiples que se están produciendo, todos a la vez.

Nos encontramos afectados por cambios muy profundos, en medio, además, de una revolución tecnológica, que produce transformaciones en nuestros supuestos más arraigados, como la “balcanización” de la opinión pública y la erosión de los valores que nos han acompañado durante muchísimo tiempo, dándonos algún tipo de sustento moral para guiarnos. Todo esto se produce a una velocidad cada vez mayor.

Por eso, es importante que todos los que lleven en su ánimo un proyecto de políticas abiertas, economías abiertas y sociedades abiertas intenten comprender lo que está sucediendo y que a través de un diálogo civilizado procuren trazar un camino hacia el futuro, de modo que estos valores no queden sepultados, porque nos ha costado mucho defenderlos y merece la pena luchar por ellos.

La historia moderna comienza con el renacimiento, la reforma y el iluminismo. La ausencia de curiosidad pública a nivel internacional sobre estas cuestiones resulta alarmante. Es como si, para muchos de nosotros, el pasado se hubiera convertido en un país extraño y de pronto nos hubiésemos visto fascinados por la celebración del tiempo presente, de la superficialidad.

Se cumplen 500 años de la reforma de Lutero. Aquello no fue solo un debate sobre la relación entre el Ser Humano y lo Divino, fue un debate sobre la epistemología del conocimiento: ¿de donde procedía la verdad, del intelecto o de las escrituras? De esa controversia, que no solo afecta a católicos y protestantes, surgen las éticas protestantes: el materialismo y el capitalismo.

No trato de establecer ninguna conclusión sobre lo que ha supuesto todo esto en la evolución de la idea de Occidente y el orden global liberal que se sustenta sobre aquellas, sino simplemente, lamento que todo esto pase desapercibido. El debate sobre la verdad objetiva estuvo en el núcleo del intercambio epistolar entre Erasmo de Rotterdam y Tomás Moro, pero, en pleno siglo XXI ya no interesa. Es como si, en Occidente, inmerso en la posmodernidad, la verdad objetiva no fuese accesible a ningún tipo de epistemología. Todo es subjetivo y por lo tanto todo es relativo. Mi opinión es tan válida como la tuya, independientemente de que esté o no basada en hechos.

Hemos llegado al mundo aterrador de la noticias falsas que circulan por las redes sociales, que todos frecuentamos. Aquellos que han lanzado campañas deliberadas para perpetuar noticias falsas se aprovechan de nuestras libertades. Estamos en un sistema político gobernado por los principios de Alicia en el país de las maravillas y no estoy muy seguro de quién mira a quién a través del espejo. La libertad de prensa está siendo socavada por quienes son ajenos a las tradiciones de Occidente, pero también por fuerzas profundas que están dentro de esas tradiciones.

Hasta hace poco, las herramientas conceptuales para cualquier debate sobre cualquier tema político, habían sido las proporcionadas por el judeo cristianismo y el iluminismo. El corazón de nuestra tradición occidental es la consecución de la verdad, pero, al menos que podamos fortalecer nuestros cimientos, me temo lo peor respecto al sistema que sustentan.

La ley de Moore dice que el poder de procesamiento de los ordenadores se duplica cada dos años. Esta revolución tecnológica está produciendo un mundo dividido en dos clases sociales: los que tienen la tecnología y los que no la tienen. Las nuevas tecnologías están haciendo que los empleos permanentes se conviertan en eventuales y que después desaparezcan, con el avance de la inteligencia artificial y la robótica. En relación al futuro del orden liberal estas preguntas son importantes en cuanto a la capacidad que tienen los sistemas económicos internacionales para gestionar el impacto revolucionario de la tecnología de una forma que beneficie a muchos y no solo a unos pocos.

A donde conduce la destrucción del contrato socioeconómico. Habrá que ver si los supuestos económicos que hemos tenido hasta ahora son sostenibles. Una de las principales virtudes del orden liberal es la creencia en la calidad y en un nivel mínimo de igualdad de oportunidades que permite que todos podamos aprovechar nuestros talentos y que se nos recompense. Pero, vemos la erosión de la igualdad de oportunidades.

Según el contrato socio económico había una protección que brindaban los estados, pero con las presiones presupuestarias este contrato ha empezado a fisurarse. Esto lo vemos en la cantidad de jóvenes que están en desempleo. Es como si no hubiéramos comprendido las contradicciones más importantes del capitalismo. La crisis financiera que se inició en 2007 tuvo que ver con las demandas de liberalización que dieron lugar al nacimiento de un monstruo que traspasó los poderes del Estado y que nos engulló a todos. Se pudo intervenir y conseguir que la recesión que se produjo no llegase a ser una gran depresión económica. Los que subsidiaron las pérdidas que se produjeron, en ahorros, en empleo y en futuro de la gente, propiciaron una transferencia de deuda privada a deuda pública. Hemos visto que el capitalismo ha producido gran destrucción en nuestras sociedades y ahora estamos encajando el impacto y viendo nuevas tensiones producidas por la incorporación de las nuevas tecnologías en nuestras economías.

Si no podemos reconstruir nuestro orden liberal en base a un contrato social y económico sostenible que ponga fin al destruccionismo implícito de la dinámica capitalista, nuestra sociedad va a colapsar.

La política ha fracasado. No ha afrontado bien la problemática del empleo y la igualdad de oportunidades. Es como si se estuviese practicando una política normal en un mundo en el que todo lo demás se ha convertido en anormal. Los estados nación no han podido manejar el impacto de la globalización neoliberal de una forma que preserve la cohesión social y la igualdad de oportunidades. El desafío parece estar más allá de las capacidades de las naciones individuales, incluso de las más poderosas como EEUU.

Los políticos nacionales hacen promesas sobre el crecimiento del empleo, de las prestaciones sociales, sin darse cuenta de que ahora hay tantas variables que no pueden controlar a las naciones, que no tienen ninguna capacidad de garantizar el cumplimiento de esas promesas ante esos electores que los han elegido y cuando los partidos de derechas o de izquierdas, no cumplen sus promesas aparece una crisis de confianza dentro del sistema democrático. Esta crisis se está desarrollando en dos fases. La primera es lo que estamos viendo, hoy, en muchas democracias; se desplaza el centro hacia los extremos, ya sea extrema izquierda o extrema derecha y por supuesto la extrema derecha dice que hay demasiada gente y que debería haber menos, perpetrando con sus políticas racistas un ataque al orden internacional liberal, lo vemos en Europa, en América, en Australia. Así es como nos encontramos.

Todos sabemos hacia donde pueden ir estos movimientos una vez que consiguen el poder político. Que va a pasar con la izquierda o la derecha populista si consiguen gobernar en ciertos estados. Que va a pasar con los líderes de los actuales partidos mayoritarios y sobre todo, que va a suceder cuando llegue la desilusión entre los votantes de los partidos populistas al constatar que sus líderes no pueden satisfacer las demandas de la gente cumpliendo lo que han prometido. El centro derecha y el centro izquierda político creen que si eso sucede volverán a votarles a ellos. Pero es posible que, a esas alturas, la gente esté tan desilusionada con todo el espectro de opciones políticas que llegue a su fin el proyecto democrático. Surgiendo por doquier movimientos totalitarios. Si no se afrontan a nivel nacional estos retos el orden internacional liberal no va a sobrevivir.

¿Creemos, aún, en la idea de Occidente; creemos, aún, en los valores heredados del orden liberal? : sociedades abiertas, políticas abiertas, economías abiertas…Estamos dispuestos a ser ciudadanos activos y defenderlos, o simplemente vamos a desaparecer en nuestros mundos on line privatizados y a convertirnos en habitantes de sociedades que viven en facebook.

Por cortesía de la Fundación Rafael del Pino